Todos los años mi nieta Barbarita esperaba con ansias a que llegaran las vacaciones para ir para mi casa, la de sus abuelos, en una finca al borde de un hermoso bosque, cerca del río y de un cerro que le gustaba escalar en compañía de sus amigos. Este año no era diferente, ya desde antes de que terminaran las clases, Barbarita había ido preparando su maletín, en donde no podía faltar su diario, algunos libros que quería leer en estas vacaciones y su libro preferido —La Edad de Oro.
A la izquierda, la tomeguina, y a la derecha, el tomeguín del pinar (ilustración de Román F. Compañy).
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